XVIII
¿Díme Hernández, por qué, justo aquel día;
faltaba el aire y a la luz del cielo,
latía tu corazón que como un hielo,
de sufrimiento ya se derretía?
Aquel lirio en el cielo, suponía,
la paz que allí a la sombra era tu anhelo,
así sin claudicar en pos del cielo,
se alzaba tu solemne rebeldía.
Tu “rostriazul”, pensado desde el huerto,
donde fuera sembrado sólo, intacto,
se mece desde el sol a la espesura.
Como un canto de amor que llega abierto,
a la mano de un lirio tan exacto,
que nos deja a la vista su hermosura.
faltaba el aire y a la luz del cielo,
latía tu corazón que como un hielo,
de sufrimiento ya se derretía?
Aquel lirio en el cielo, suponía,
la paz que allí a la sombra era tu anhelo,
así sin claudicar en pos del cielo,
se alzaba tu solemne rebeldía.
Tu “rostriazul”, pensado desde el huerto,
donde fuera sembrado sólo, intacto,
se mece desde el sol a la espesura.
Como un canto de amor que llega abierto,
a la mano de un lirio tan exacto,
que nos deja a la vista su hermosura.
))((
Gran Poeta: ¿por qué convicto y confeso;
puede ser el raptor de una mejilla,
que a su novia, siendo casta y sencilla,
le plasmé con amor cándido beso?
Explícame Miguel: si en el suceso,
libasteis tú la flor de la mejilla;
más ella deshojó, cual maravilla,
dejándose caer sin ningún peso.
Me parece genial, grato, excelente,
que persigas el beso sin descuido,
hasta vencer el ansia ruda y loca,
de perpetuar tu andar celosamente;
para que llegue sin temor, ni ruido,
a esa mejilla el beso.. de tu boca.
puede ser el raptor de una mejilla,
que a su novia, siendo casta y sencilla,
le plasmé con amor cándido beso?
Explícame Miguel: si en el suceso,
libasteis tú la flor de la mejilla;
más ella deshojó, cual maravilla,
dejándose caer sin ningún peso.
Me parece genial, grato, excelente,
que persigas el beso sin descuido,
hasta vencer el ansia ruda y loca,
de perpetuar tu andar celosamente;
para que llegue sin temor, ni ruido,
a esa mejilla el beso.. de tu boca.
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