XXIV
En esta carta quiero; Miguel, poder decirte,
palabras que demuestran toda mi gratitud,
pues no encuentro otra forma mejor para escribirte,
que el verso que impregnaste desde mi juventud.
Tu fuiste aquel poeta, del cual, yo ya cantaba,
nanas de la cebolla, con guitarra al azar;
en las noches de insomnio tu libro acariciaba,
buscando frases bellas escritas para amar.
Anduve los caminos de la vida anhelante,
con la palabra erguida, latiendo, allí en mi voz,
y encontré vericuetos de un amor palpitante,
que se cruzó cual ave, taciturna y precoz.
Así ha pasado el tiempo, como una melodía,
que se toca en un piano dejándose escuchar,
mi vida es siempre un canto, de eterna poesía,
esa que siempre vive... en el que sabe amar.
palabras que demuestran toda mi gratitud,
pues no encuentro otra forma mejor para escribirte,
que el verso que impregnaste desde mi juventud.
Tu fuiste aquel poeta, del cual, yo ya cantaba,
nanas de la cebolla, con guitarra al azar;
en las noches de insomnio tu libro acariciaba,
buscando frases bellas escritas para amar.
Anduve los caminos de la vida anhelante,
con la palabra erguida, latiendo, allí en mi voz,
y encontré vericuetos de un amor palpitante,
que se cruzó cual ave, taciturna y precoz.
Así ha pasado el tiempo, como una melodía,
que se toca en un piano dejándose escuchar,
mi vida es siempre un canto, de eterna poesía,
esa que siempre vive... en el que sabe amar.
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